El viernes 25 de septiembre de 2015 presentamos el libro Poesía en la Escuela en la Biblioteca Argentina de Rosario, invitadas por la Biblioteca y por el Festival Internacional de Poesía de Rosario.
Fue la Lic. Rosana Guardalá, compañera del Festival, poeta y gestora, quien habló del libro. Esto fue lo que dijo:
Poesía en la Escuela. Cómo leer y escribir poesía en el aula.
De Marisa Negri y Alejandra Correa (2014)[1]
Rosana Guardalá, Marisa Negri, Federico Tinivella, Alejandra Correa, Alejandra Mendez Bujonok en la Biblioteca Argentina de Rosario, después de la presentación del libro
Fue la Lic. Rosana Guardalá, compañera del Festival, poeta y gestora, quien habló del libro. Esto fue lo que dijo:
Poesía en la Escuela. Cómo leer y escribir poesía en el aula.
De Marisa Negri y Alejandra Correa (2014)[1]
Poesía en la Escuela. Cómo leer y escribir poesía en el
aula abre y cierra con los agradecimientos. La página y media del comienzo
que podría resultar una mera formalidad o una anécdota, marca en relidad, un
modo de trabajo: colectivo, plural y abierto. Marisa Negri y Alejandra Correa
no sólo reconocen en cada una de las colaboraciones que: “Nadie aprende solo”.
Sino y sobre todo, son conscientes y consecuentes con una idea que se
desperdiga por todo el libro y que dicen en las formas de Juan Gelman: La
poesía es un bien que es de todos y de nadie, como el aire.
El libro plantea un objetivo que se explicita en las palabras
de Gianni Rodari que abren la introducción: “El uso total de la palabra para
todos me parece un buen lema, de bello sonido democrático. No para que todos
sean artistas, sino para ninguno sea esclavo”. La circulación, el uso completo
y complejo de la palabras implica un ejercicio democrático que nos libera. Ello
nos conduce directamente al primer intento por definir qué es la poesía.
¡Pregunta difícil que siempre aparece en los libros de texto! Negri y Correa no
escapan a esta incomodidad y se posicionan con claridad y certeza desde el
mismo discurso poético: “(...) los versos no son, como creen algunos,
sentimientos, son experiencias” dice René Rilke. Las autoras acuerdan y
defienden esta posición poética. Este modo de concebirla les permite
distanciarse de las prácticas curriculares que han ido de la memorización
automática de poemas para actos escolares a una didáctica utilitaria: reconocer
sílabas, recursos, entre otros.
En discordancia con lo anterior, las autoras nos proponen una
aventura poética compartida en la que
miremos de nuevo para poder ver, parafraseando a Baudelaire, “hasta el fondo de
la cosas para buscar lo nuevo”. De allí que otro de los posicionamientos que se
convierten en aciertos (no en términos de azar sino de decisiones acertadas) es
el camino trazado. La nueva mirada de la
poesía es desde la poesía no desde el discurso crítico sobre la poesía.
Pero aún más, las autoras proponen la poesía en el aula. ¿Por qué la poesía en
el aula? Sin dudas, a esta altura comprobamos que no le tienen miedo a las
preguntas que por hipertransitadas, sólo en apariencia, resultan respondidas.
Negri y Correa ahondan con coraje, en todas aquellos lugares que podrían ser
espacios de debilidad para pensar la poesía en la escuela. A la pregunta
mencionada sobre la justificación de la poesía en la escuela, le sigue: ¿qué es
un taller? De manera encadenada, la justificación trae de la mano una dinámica
que pareciera no requerir esfuerzos. Porque otro de los méritos de este libro
es que las autoras han experimentando estas prácticas en el aula. Es
decir, que el abanico de posibilidades que brindan, surgen de un camino
necesario y prioritario: La poesía mirada y trabajada desde el aula y con
los alumnos, no para los alumnos. Un recorrido que se corre de las
edulcoradas y caóticas presentaciones de los libros de texto que desconocen a
sus interlocutores. Por eso, este emprendimiento editorial está pensando la
poesía aquí y ahora, con grupos determinados de niños y
adolescentes. En este contexto, ¿cómo hacer para que la currícula no aplaste al
docente atosigado de horas y éste termine detectando recursos poéticos? “¿Qué
sucede cuando ni la familia ni la escuela se detienen a ofrecer todas las
posibilidades que presenta la poesía para la experiencia, el aprendizaje y la
vida? ¿Se trata de un territorio prescindible?” Las autoras son categóricas:
no. Lo que se elimina sacándola de la currícula no es un elemento más dentro la
comprensión lectora sino la posibilidad de vivir el lenguaje, la palabra y
el pensamiento en libertad.
Experiencia es la palabra-motor que guía y arma todo el libro.
La experiencia de la lectura y la escritura compartida como instancias que
apuntan a una finalidad común: escuchar y ser escuchado, buscar decir algo de
manera nueva, encontrar las palabras justas a un sentimiento complejo. La experiencia
poética como un invitación de acercamientos a poetas, a sus formas de escribir,
de leer. La experiencia como un intercambio, como una posibilidad de producir y
sociabilizar en una visibilización de las identidades. La experiencia como un
ramillete de flores silvestres para ser regaladas, ofrecidas. Son las
experiencias de poetas y docentes las que se explicitan, se detallan, se abren
y sobre todo, se comparten en este libro. Ahora bien, ¿cómo empezar a hacer
camino poético en la escuela a partir del compartir?
Mercedes Calvo (columnista del libro) sostiene que primero es necesario asumir que “la presencia de la poesía en la
escuela es impostergable porque al hablar de poesía, no hacemos sólo referencia
al género poético sino que hablamos de poiesis, es decir, cualquier actividad
creativa. Y la actividad creativa comienza con la mirada”. Desde esta
perspectiva, el rol del docente en una primera instancia es el de un lazarillo
que ayuda a mirar, que guía entre la lectura y la escritura, dos momentos
difícil de disociar. Por otro lado pero en estrecha consonancia, María Teresa
Andruetto abre la pregunta a la utilidad del taller de escritura en la escuela
y los resultados pretendidos. Plantea que lo importante no es la distinción de
géneros sino “(...) generar un espacio de experimentación con la palabra, de
exploración de cada uno en sí mismo (…)” y agrega que: “Instalado en la
institución escolar, el taller rompe, debe romper con el espacio del aula y de
la clase permitiéndose explorar zonas y relaciones que faciliten el encuentro
con un lenguaje propio, con una palabra propia, porque un taller rompe con la
heterogeneidad y esa ruptura, (…) provoca un modo diferente de vínculo con uno
mismo y con los otros”.
Es justamente en este intento de buscar un modo nuevo de
vincularnos en el que Marisa Negri y Alejandra Correa nos traen este volumen
como una caja de herramientas, como una serie de recetas caseras que pasan de
uno a otro miembro de la familia sin medidas exactas. De modo que las
herramientas que otros han construidos juntos con otros alumnos puedan ser
útiles para acercarse a la escritura poética estableciendo un espacio,
donde compartir escrituras, reescrituras, procesos y experiencias. Así surgen,
formas de mirar diferentes, posibles, nuevas: “Poesía visual” y el trabajo
interdisciplinario con las artes plásticas; “Poesía y sonido” atiende al sonido
como un recurso lúdico y vertebrador de sentido; “Poesía y oralidad” cruza
folclore y lengua hablada, explorando y explotando las variaciones
lingüísticas; “Poesía y contexto social” en el que se encuentran política y
poesía; “Poesía y paisaje” recorre la ciudad en imágenes cifradas en
estructuras poéticas mínimas y “Poesía y traducción” una propuesta que burla la
idea de decodificar y bucea los significados a partir de una práctica
imaginativa. El libro cierra con dos propuestas que cruzan y desbordan el
espacio aúlico: Llevar un proyecto de la escuela al espacio comunitario. Allí
se parte del poder de la comunicación como una aliada. El festival como una
celebración de los encuentros y los modos de ser y relacionarse poéticamente.
Los susurradores como un invento poderoso y creativo que apuesta a la
performatividad. Finalmente, el libro cierra con una propueta proyectica y
nutricia: armar una biblioteca de poesía en la Escuela. Para ello, una vez más,
las autoras no nos sueltan las mano y nos convidan generosamente los libros que
han recorrido, conocido, leído y compartido en este camino. Los libros que les
afectan y que aman.
Sin duda, el desafío es permitir que la poesía interactúe
libremente y sea hilo conductor del aprendizaje. Hilo conductor de un
aprendizaje que tenga como eje la creatividad. Es hora de animar se a
experimentar creativamente soltando las amarras que hemos naturalizados
curricularmente. De allí que Poesía en la escuela. Cómo leer y
escribir poesía en la escuela. Se presenta pese a su denominación editorial
como material Auxiliar para la Enseñanza del área de Literatura, como un libro
fundamental. ¿Es posible pensar como material auxiliar un libro que viene a desarticular,
poner en cuestión, en circulación la palabra permitiéndonos preguntarnos sobre
las prácticas pedagógicas y sobre el poder del discurso poético (en todas sus
formas) como un modo de construir un mundo más democrático?
Para terminar, me gustaría compartir con ustedes un poema que
forma parte del libro:
Escritura
Cuando nace un
poema
levanta el pequeño
sueño quebrado
en mi último camino.
levanta el pequeño
sueño quebrado
en mi último camino.
Lo que no es
en sueños
está desnudo y tiembla.
en sueños
está desnudo y tiembla.
Tiene sangre.
Cada mañana lo
golpean
cuando viene el sueño.
cuando viene el sueño.
El poeta se
llama Paul, tiene 15 años y es alumno del Liceo I de la Ciudad de Buenos Aires.
Lxs invito a recorrer Poesía en la Escuela, a aceptar
el desafío, a generar sus propias respuestas sobre lo accesorio y lo necesario
del discurso poético en el espacio aúlico. Si aceptan la aventura, nos
encontraremos sin duda por este camino, escribiendo un nuevo verso al conocido
poema de Hamlet Lima Quintana: “Hay
libros así, (como éste) tan necesarios”.
Rosana
Guardalá
[1]
En el marco del 23 Festival Internacional de Poesía en la Sala de lectura de la
Biblioteca Argentina “Juan Alvarez”, el día 25 de septiembre de 2015 a las
18.30 hs.
Comentarios
Publicar un comentario